Voy a hacer algún tipo de resumen del tema central que surgió orgánicamente
en nuestro primer encuentro de Café Consciencia.
Y debo empezar admitiendo que me sorprendió que algunas personas, viejos amigos
hubiesen respondido y participado; la iniciativa surgió en ese mismo lugar
alguna vez donde regularmente me reúno con mi amigo Robert Barraza con quien
suelo compartir inquietudes, temas, reflexiones que nos surgen de la
cotidianeidad; se nos ocurrió que teníamos conocidos y amigos que pudieran
aprovechar la participación de personas de distintos orígenes, profesiones y
espectros sociales y filosóficos para su propio beneficio.
La frase que quedó como cierre de la jornada fue: “Eso es lo que hay”. Y se
desglosa de la conclusión de que nos pasamos la vida alimentando expectativas
sobre casi todas las esferas de experiencia; cuando esto o aquello suceda,
cuando tenga esto o aquello, cuando ella o él cambie, cuando… Cuando… Y se nos
va la vida esperando situaciones ideales que difícilmente sucederán, aplazamos,
procrastinamos lo que sí deberíamos estar haciendo hoy porque no tenemos las
situaciones ideales que de alguna manera se “instalaron” en nuestra mente y las
convertimos en fuertes condicionantes para la acción. Necesitamos tomar
decisiones y poner acción, aunque el escenario no sea ese ideal. Los participantes
coincidieron en su totalidad que muchas veces se les había ido la vida
esperando escenarios ideales para la acción, que fácilmente hubieran podido
empezar, con lo que había, con lo que hay. Alguien más ahí mencionó que inconscientemente
solemos responsabilizar a otros sobre nuestras emociones, “los demás nos hacen
sentir o estar…” alegres, deprimidos, amados, etc. Por lo tanto, con frecuencia
procrastinamos esperando que “los demás” activen en nosotros los sentimientos
que necesitamos para la acción; en otras palabras, que la motivación para hacer
las cosas que sabemos que tenemos que hacer, la esperamos de otros; o sea, que
la motivación, que no es otra cosa que El Motivo-Para-la-Acción, sea una
iniciativa exógena. Al final coincidimos que demasiadas personas tomaron las
riendas de su vida con mucho menos de lo que con frecuencia contamos nosotros
mismos, empezaron con lo que tenían en ese momento y resolvieron aspectos que
para ellos sí eran relevantes en sus vidas.
“Ella tomó su taza, sorbió un poco de su bebida y casi que hablando para sí
misma susurró: Pues la verdad es que es lo que hay…”