Tal vez algunos de mis hipotéticos lectores puedan identificarse conmigo en
la siguiente disertación, especialmente si han tenido o tienen hijos, sobrinos
o personitas cercanas, que hagan parte de la generación Z o Centennials. Haciendo
la salvedad primero que, al hacer este análisis, no considero a los “Z” ni
mejor ni peor que ninguna otra generación y que como todo análisis subjetivo,
caigo en generalidades.
La Gen “Z”, se refiere a las personas nacidas aproximadamente entre 1997 y
2012, por lo que su edad actual oscila entre los 10 y los 25 años. Son la
primera generación que ha crecido con una conectividad digital constante. Son
nativos digitales y están acostumbrados a comunicarse a través de mensajes de
texto, redes sociales y video llamadas; con frecuencia casi que exclusivamente
de esta forma. Valoran (en ocasiones, sobrevaloran) la inmediatez que se desprende
de la tecnología digital. Esto nos arroja una de sus más consistentes
debilidades y es que los procesos de la vida suelen ser todo lo contrario a
inmediatas; lo que virtualmente desencadena una experiencia emocional y
psicológica conocida como La Frustración, y cuando una persona experimenta
frustración, es común que sienta una variedad de emociones negativas, como
tristeza, enojo, desesperanza o desilusión. Estas emociones pueden llevar a
comportamientos negativos, como la irritabilidad, la apatía o la agresividad y
en un entorno mediático como el nuestro en un trastorno mental que afecta
profundamente el estado de ánimo, los pensamientos y el comportamiento de una
persona llamado Depresión. Algunos hemos etiquetado (me incluyo), a esta
generación como la generación de cristal; en mi caso más por haber sido presa
fácil de agendas plagadas de ideologías y movimientos económicos y políticos hegemónicos
con sus intereses tan particulares, (Open Society Foundations, por ejemplo),
quien aprovechando su debilidad (la de la Gen Z), por conceptos superficiales y
mediáticos de justicia social, los usan para impulsar digitalmente sus agendas “en
defensa” de la democracia, los derechos humanos, derechos LGBT+, Salud pública,
la salvación del planeta, entre otros; es decir, conceptos que ¿Quién podría
cuestionar? Sin embargo, para mí son la “generación de cristal” porque como
padres, maestros o hermanos mayores, hemos promovido el cuidado y la protección
excesiva, lo que ha llevado a una menor tolerancia a la frustración y a la adversidad.
Se sugiere que, debido a la sobreprotección y a la falta de experiencias
desafiantes, los miembros de esta generación pueden tener una menor capacidad
para enfrentar y superar obstáculos, y pueden ser más propensos a experimentar
estrés emocional y a buscar un ambiente libre de conflictos. El meme viral más
representativo que recuerde es el del perrito “Me da ansiedad”.
¿Fue un error? Yo creo que sí. ¿Es su culpa? Creo que no, es nuestra. Y
reitero, cada generación tuvo sus propios problemas de-formación, no veo una
mejor que otra, simplemente ha sido así. Lo cierto es que esta generación al
ser tan proclive a defender causas sociales nobles, combinada con su incapacidad
para observar al mundo externo por fuera de una pantalla, y los planes políticos,
económicos de globalización de una elite poderosa detrás de esa pantalla, será
esencial en la solución final de la problemática del crecimiento de la
población mundial, un tema complejo y multifacético que está influenciado por
diversos factores, como la tasa de natalidad, la esperanza de vida, la
migración y las tendencias demográficas del los humanos de este planeta. Creo
que la Gen Z será esencial para salvar el planeta, para que unos pocos puedan
sobrevivir en él.