Nada hay más natural en la vida que la muerte, es una
compañera inseparable; sin embargo la ignoramos y ojalá fuera porque estamos
ocupados viviendo, disfrutando, compartiendo nuestros dones. Normalmente
estamos empeñados en encontrar todo lo malo que tiene la vida, nuestra familia,
nuestras parejas, el país… Creemos que porque estamos respirando estamos vivos.
Porque cual es la gracia de vivir si no vamos a disfrutar de la experiencia. Sí,
yo sé que tú eres la excepción y que eres feliz y vives la vida y tu propósito;
me refiero a los otros, los que viven discutiendo con los demás, odiando por
justificadas razones (obviamente), aquellos que creen que van a ser felices
cuando tengan cierta cantidad de dinero en su cuenta, o el empleo perfecto, o
la pareja perfecta (tomen asiento, por cierto) o el gobernante perfecto (sigan
sentados). Esos que creen que existe un paraíso prometido acá. Ellos serán
felices cuando haya una buena cultura ciudadana y ya no haya crímenes ni
delitos en el mundo, cuando firmen un acuerdo de paz o cuando llenen de comida
a los hambrientos, o repartan el dinero en partes iguales para todos (‘justicia’).
No encuentro una mejor manera de definir la verdadera muerte que esa, vivir sin
darse cuenta del regalo que tienen en sus manos HOY. De cualquier modo cuando
sucede esa transición entre la vida y la muerte biológica, nos asustamos y es
natural. Pero los que quedamos acá debemos recordar, a través de esta
transición de alguien cercano, que la vida nos da la oportunidad de retomar ese
camino de propósitos y sueños personales. Un para siempre al personaje que
encarnó como Don Ángel Obando y que su
experiencia en este mundo nos haya servido a quienes compartimos con él. Sino, ¿qué
sentido tuvo esa experiencia para nosotros? Paz en su corazón y en el de sus
cercanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario