A veces por diversión,
me pongo a observar el comportamiento de las personas que veo por ahí, cuando
están solas en la calle, en sus vehículos, en una oficina… A no ser que estén
participando de lo que yo llamo un monólogo entre dos o más, donde cada participante
sólo está esperando que el otro se calle para poder decir lo que piensa o
relacionar lo que el otro está diciendo, consigo mismo… Algo más o menos así:
-
Imagínate que mi hijo me regaló un reloj
- - Ah el mío me regaló un vestido.
- -La mayor ya entró a la universidad
- -La mía ya se graduó, gracias a Dios.
- -Tengo una amiga que trabaja en la registraduría.
- -Y yo tengo una que trabaja en la procuraduría…
Presta
atención la próxima vez y verás que cada quien vive en la burbujita de su mente
y eso es todo. Es como una competencia para determinar quién está más arriba en
la escala moral, social, económica, intelectual… Pero cuando no están en esta
competencia ridícula, casi sin excepción lo que percibo es esa mirada vacía de
alguien que tiene su mente en otro lugar, en otras personas, en otras
preocupaciones; yo le llamo: La inteligente mirada de la vaca, la gente común
le llama “ser adultos”; Mientras su cuerpo desprotegido hace mecánicamente lo
que fue programado para hacer, comer, caminar, cagar, conducir… Casi puedo
escuchar el ruido de las palabras, los murmullos ininteligibles que sobrevuelan
la cabeza del individuo común como un enjambre de moscas. Un ruido ensordecedor de
pensamientos inconexos y desordenados que adormece el espíritu descuidando el
cuerpo, exponiéndonos a los peligros ahí afuera de un mundo cuyas leyes físicas
están inexorablemente sujetadas nada más y nada menos que a la entropía. Si esto no fuera suficientemente alarmante, nos sometemos a vivir en un espacio atemporal, porque te
prometo que el 99% de esos pensamientos que invaden nuestra cabeza, pertenecen
al pasado o al futuro, no al presente, con las consecuencias que eso implica. El presente le molesta porque ahí vive La
Chispa que realmente somos, el presente es el regalo de la vida. Varias veces
me han leído decir que la mente puede ser nuestro peor enemigo, especialmente
si no sabes cómo funciona, si desconoces cómo trabaja tu subconsciente. Si
algún día siento que quiero hablar de este tema en un Live con quien sea que esté
por ahí para escucharme, lo haré. Tengo cientos de horas de lectura,
investigación, experiencias y me gustaría compartir y conocer la experiencia de
otros al respecto.
El punto es
que nuestra mente viene a ser ese perro malcriado, imprudente pero potente que vive jalando
a su amo con la cuerda para donde le de la gana sin control; un hábito peligrosísimo
si me permites expresarlo porque cuando no tenemos control sobre nuestra mente,
no tenemos control sobre nuestra vida. Si un perro nos lleva para donde él
quiere, no vamos a poder responsabilizarlo de las consecuencias de ello, fue
nuestra decisión dejarnos arrastrar por este animalito. Pero es exactamente lo
que suele suceder, nuestra mente nos lleva para donde le dé la gana sin que
nosotros hagamos algo para detenerla o controlarla. La consecuencia de ello, la
llamamos buena o mala suerte o los más introspectivos: La voluntad de Dios. Si
no me crees, pásate por un hospital, una cárcel, la morgue... Son la evidencia máxima del cisma vital
entre cuerpo, mente y espíritu.
Y eso que no
mencioné a los celulares, las redes sociales, los nuevos huesos que persiguen ansiosamente
nuestros perros.
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