Es una creencia tristemente extendida, que la máxima autoridad de un país
democrático es el presidente. El comandante en jefe de las fuerzas armadas, el
líder de la nación, el mesías que ha sido elegido por voto popular para que
dirija el destino de millones de personas que no sabrían que hacer sin su
sabiduría y valor. Esta creencia por supuesto, ha dado origen a lo largo de la
historia de ciertos continentes, al surgimiento de caudillos, dictadorzuelos,
charlatanes y estafadores en los que el pueblo en su ignorancia de la profunda
relevancia de la independencia de los 3 poderes y su necesario equilibrio,
conocidos como Rama Ejecutiva, representado por
el Gobierno Nacional y sus respectivas coaliciones estratégicas; Rama
Legislativa, representado por el congreso de la república y la Rama Judicial,
que está integrado por las Cortes y Tribunales, ha confiado.
Es también
sabido que en ese corrillo caótico que son las redes sociales, se discute mucho,
la mayoría de veces desde el desconocimiento por supuesto, haciéndole juego a
estos charlatanes populistas de izquierda y derecha, defendiendo posiciones
ridículas, pletóricas de disonancias cognitivas, que no resisten ningún
análisis científico, pero que peligrosamente ignoran el delicado equilibrio de
estos tres poderes… Hasta que es demasiado tarde. “Ignorantia juris non excusat o ignorantia legis neminem excusat”;
voy a editar un poco la interpretación de esta frase: El desconocimiento de una
verdad, no te exime de la responsabilidad de sus consecuencias. O parafraseando
a Bruce Lee: “Creer que un tigre no te atacará porque eres buena persona, es
bastante estúpido”.
Pero volviendo
al tema, creo que no hemos sido capaces de apartarnos de esta nueva afiebrada
pasión por la política para poner a funcionar nuestro neocórtex, área cerebral
responsable de nuestra capacidad de razonamiento, permitiendo el pensamiento
lógico y la consciencia. Se trata del área del cerebro que permite todas las
funciones mentales superiores, en cambio nos acostumbramos a responder frente
al entorno con la amígdala, desencadenando respuestas emocionales, radicales.
Esta forma de reaccionar frente al entorno es el hábito que convierte a una
persona culta, estudiada, entrenada para pensar, en un fanático ideológico. (ni
hablemos de quien no lo es). Es así como solemos resolver las constantes
disonancias cognitivas que esos líderes mesiánicos y sus movimientos de
salvación del pueblo, nos generan con sus declaraciones y acciones. Justificamos
cualquier barbaridad, naturalizamos cualquier delito, aceptamos sin condiciones
lo que, en otro momento, antes de esta nueva etapa de enajenamiento cultural,
hubiéramos rechazado moralmente.
El pueblo, la
masa que hizo posible el nacionalsocialismo alemán, el falangismo español
(1933), el régimen de Salazar en Portugal (1932), el nacionalsocialismo en Argentina
de (1930), el ultranacionalismo japonés (1930), tienen un factor común: La fe
ciega en sus líderes mesiánicos.
Estamos a un siglo
(Ciclo) perfecto del inicio de una nueva ola de dictadores mundiales, de
atrocidades humanas y nosotros, estamos siendo los perfectos idiotas útiles de
siempre.
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